“La gran manzana”, “La ciudad que nunca duerme”, frases tan ilustrativas como significativas, definen a la perfección a este conglomerado humano y edilicio en continuo ajetreo diario.
En contraste con ciudades tan apacibles como mi pequeño Montevideo natal, el movimiento constante en sus calles, da la sensación de que la gran ciudad gira a una velocidad que supera a la del mismo globo en que nos sostenemos.
Así de prisa y así de bella aún, fascina con su altura y rascacielos, sus ríos y el contraste del sosiego de un parque que aparece como un portal a la tranquilidad, altar a la belleza natural y desahogo para aquellos que quieren escapar, aunque más no sea por un instante, de aquel mundo que vive su vida con tanto apremio.
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