El hombre emprendió su viaje colmado de expectativas. Un porvenir tan incierto como excitante se vislumbraba en el horizonte. Con un largo camino por delante y lleno de curiosidad, preparó su maleta cargada hasta el tope de metas y proyectos. Tan cargada iba que casi no cerraba, y así apretando un poco por acá y presionando otro poco por allá, tomó su maleta y un paso tras otro su camino empezaba a dibujarse.
La pesada maleta parecía llevar todo lo necesario para afrontar los baches y curvas del camino, mas por las dudas, y para que nada pudiera faltar, agregó, sin titubear, algunos planes y sueños.
Aún más pesada su carga, y tan preocupado porque nadie pudiera llevarse algo de su valioso contenido, se olvidó de disfrutar de los bellos paisajes que el camino le ofrecía, de aquellos bellos momentos que el tiempo solo deja pasar de a uno por vez o de aquellas hermosas personas que solamente pasan a nuestro lado para dejar su marca.
Cansado y agobiado no tuvo más opción que dejar algún proyecto por el camino para alivianar su carga y así continuar su viaje. Un poco más adelante tuvo que dejar ir un par de planes y alguna meta, de aquellas que parecen más lejanas.
Siguió así su camino, con su maleta tan cargada que hasta a sus pies hacía difícil pasar por sobre las piedras del camino, con las cuales tropezaba una que otra vez. Con el cansancio de los años los proyectos más cercanos se alejaron y aquellos lejanos se hicieron inalcanzables, y así alivianó aún más su carga dejándolos por el camino.
A más de medio camino transitado, la fatiga de los años le hicieron sentir aún más el peso de su carga y los tropiezos se hicieron más frecuentes. Pero al abrir la maleta notó que ya estaba casi vacía. A no ser por unos cuantos gramos de esperanzas y algún sueño perdido que quedaban escondidas muy al fondo de su ahora malgastada maleta, todos aquellos planes y proyectos forjados y planeados para una vida eterna en un mundo finito, quedaron en el camino que tan de prisa había quedado por detrás
Sentado a la orilla del camino comprendió entonces que no existe fuerza humana que decida las metas y proyectos que el futuro nos guarda. Una frase entonces, hizo eco en su memoria, como viniendo desde muy lejos, de labios de una de aquellas personas que alguna vez pasó a su lado y su oído no quiso escuchar a su tiempo. “Deja en Dios todas tus cargas y angustias, porque solo él tiene cuidado de ti”.
Solo entonces comprendió cuánto más fácil hubiera sido transitar por aquel camino sin toda aquella pesada carga. Comprendió que solo Dios era dueño de sus planes, sueños y proyectos, y que solamente hacía falta dejarlos a su cuidado para disfrutar del viaje y del paisaje. Disfruta del camino, Él es el único que conoce las curvas que este camino de vivir nos depara, conoce cada piedra que nos hace tropezar, y aún así nos sostiene desde antes para evitarnos la caída. “Entrégale tus cargas al Señor, y Él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan.” (Salmos 55:22). Sueña con la fe suficiente de que Dios es el único que vuelve realidad lo imposible.
“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” Salmos 4:8